sábado, 18 de junio de 2011

VIOLENCIA POLICIAL: Barcelona, 27 de Mayo


A lo largo de la mañana del viernes 27 fueron apareciendo en las redes sociales y en los medios de comunicación, una serie de imágenes y vídeos que, por un momento, parecieron llegar desde otro continente o algún país lejano. Muchos debieron pensar que estaban viendo algo que no podía llegar a suceder en nuestro país; otros con más edad o simplemente más memoria, recordaban que es algo que efectivamente puede ocurrir, aunque quizá no esperaban volver a presenciar cómo algo contra lo que lucharon tan duramente reaparecía de nuevo de forma tan cruda. Por último encontramos a quienes no se sorprendieron en absoluto, porque saben que es algo que lleva pasando mucho tiempo, aunque quizá no de forma tan notoria. En Barcelona, al amanecer y con el objetivo oficioso de sanear la zona porque al día siguiente se disputaba un partido de fútbol, los mossos d’esquadra cargaron contra el campamento de indignados de plaza Cataluña para confiscar objetos susceptibles de ser usados como armas en los eventuales disturbios que pudiesen surgir tras el encuentro. Tales armas resultaron ser, principalmente, los ordenadores personales de los acampados.
No hace falta describir las imágenes. Todos las hemos visto y nos hemos sentido indignados por la violencia extrema e impune con la que se emplearon las fuerzas del orden catalanas. Para estar de acuerdo con semejante intervención, haría falta sentir algún tipo de fascinación enfermiza por el abuso de autoridad; el resto de la ciudadanía no puede hacer otra cosa que sentir rabia y un profundo rechazo por todos los implicados en la operación. Todos y cada uno de ellos, desde el conseller de interior de la Generalitat, Felip Puig, hasta el último antidisturbios que abandonó la plaza tras golpear a cientos de personas pacíficas.
Un agente carga contra un grupo, en el que se encuentra Sebastián Ledesma, en silla de ruedas, durante el desalojo de la Plaza Cataluña en Barcelona (Foto: Sytse Wierenga / Acampada Barcelona)
 Sin embargo, más allá de estas impresiones inmediatas, cabe reflexionar más sosegadamente no solo sobre lo que vimos, sino sobre cómo y dónde lo vimos: un par de horas después de que se produjeran los hechos, las secuencias de vídeo grabadas por los manifestantes se extendían rápidamente por la red – un fenómeno que puede cambiar la dinámica de las intervenciones de este tipo en el futuro – y la noticia llegaba a las acampadas de toda España. Algo más tarde, las radios comenzaron a ofrecer los primeros datos de la intervención; sin embargo, poco después, las televisiones encabezaron el contraataque informativo mezclando las secuencias de la carga de los mossos con otras, inéditas hasta entonces, en las que se podían ver cómo varios manifestantes les arrojaban botellas de vidrio y trataban de golpearles. A esta premeditada distorsión de la realidad se unieron rápidamente los datos oficiales aportados por la Generalitat, reproducidos fielmente por la mayoría de los medios: la jornada se había saldado con “121 heridos, de los cuales 37 eran mossos d’esquadra; todos leves, menos dos que presentan fracturas”. ¿Qué significa, para un gobierno que aprueba semejante carga policial, un “herido leve”? ¿Al joven que terminó en el quirófano con el pulmón y el bazo perforados por impacto directo de bala de goma a menos de metros también se le considera leve? ¿Cómo es posible, vistas las imágenes, que aproximadamente un tercio de los mismos sean mossos d’esquadra? ¿Dos heridos presentan fracturas? ¿Cuáles y qué gravedad exacta reviste su estado? Estas preguntas, las que se hace cualquier ciudadano sin que sea necesario haber estudiado periodismo, no tuvieron cabida en las principales televisiones y radios de nuestro país. Tan solo algunos periódicos las formularon. El motivo es el mismo que explica la carga policial en plaza Cataluña o la existencia de la actual ley electoral y las SICAV: las normas que rigen nuestra sociedad no están orientadas a la consecución del bien común, sino a la perpetuación de un sistema que beneficia, como siempre ocurre, a quien lo dirige.
Ilustración: Amadeo
Es precisamente por esta razón por la que la intervención de los mossos d’esquadra en plaza Cataluña es legal, mientras que la acampada de los indignados no lo es; la misma razón que hace que una ley electoral que únicamente beneficia a los partidos que ostentan el poder, solo puedan modificarla ellos mismos sin que quede espacio alguno para la iniciativa popular. Es, en definitiva, una maquinaria bien engrasada que ha funcionado a la perfección desde que se puso en marcha durante la transición democrática, un periodo de nuestra historia que ha sido elevado a la categoría de pasado mítico, pero que haríamos bien en revisar desde un punto de vista más actual:
Los primeros años de democracia suelen entenderse como un gran éxito del estado español, como una época en la que se logró establecer la democracia superando rencores del pasado, tensiones nacionalistas y odios personales. Unos renunciaron a sus antiguas banderas, otros a unos cuantos kilómetros cuadrados y, finalmente, ese clima de consenso permitió elaborar un sistema y una Constitución que cumplirán pronto 33 años, tiempo más que suficiente como para empezar a preguntarse cuáles han sido sus logros y sus fracasos. Hay una corriente de opinión que defiende que el sistema político español y su ley electoral, permitieron que la democracia echara a andar en un clima que amenazaba con convertir el estado español en un país ingobernable. Fuese así o no, esas condiciones han cambiado durante las últimas tres décadas y, de la transición democrática, solo quedan las renuncias y los sacrificios; gran parte de los logros se han convertido en papel mojado una vez estabilizada la democracia.
La participación política de la ciudadanía, la vivienda digna o la división efectiva de poderes, son solo alguno de los muchos aspectos cuya realidad actual se aleja claramente de lo sancionado en la Constitución. El movimiento “Democracia Real Ya” ha puesto el dedo sobre la llaga, señalando con claridad las causas de esta situación y canalizando una enorme energía para tratar de explicar al conjunto de la población española cuáles son los mecanismos que convierten nuestro sistema en una forma de gobierno no representativo: la ley electoral dificulta el acceso al Parlamento de cualquier iniciativa política que socave el bipartidismo o el protagonismo de los partidos nacionalistas y regionalistas; los mecanismos de democracia interna de las formaciones políticas hace tiempo que han colapsado; los medios de comunicación ignoran cualquier fenómeno que pueda ir contra los intereses de las corporaciones de las que son miembros y, mientras tanto, para el ciudadano, el panorama social y laboral es cada vez más desesperante. A la gran masa de ciudadanos preocupados por su porvenir, no se le presenta ninguna posibilidad de actuación dentro del sistema. Solo nos queda salir a la calle, hacer causa común y exigir en ella las reformas que no podemos reclamar a través de ninguna otra vía.
Aunque declaren ilegal la voluntad de los ciudadanos que han decidido libremente rebelarse ante esta situación, no debemos olvidar que muchos otros gobiernos democráticos han decidido desoír la voluntad del pueblo anteriormente. Las opiniones molestas e incómodas han sido apaleadas habitualmente, pero no por ello han desaparecido. Más bien al contrario: nunca antes del viernes 27 de mayo había sido tan fuerte y masivo este movimiento. Cada golpe recibido, cargó de legitimidad y razón a todos los indignados españoles y dejó en evidencia a este sistema que no nos representa. No lo hace porque ni siquiera necesita saltarse la ley, sino que la retuerce hasta que logra envolver con ella todos los resquicios de un poder alejado de la ciudadanía. Por eso nuestro estado opta por golpearnos legalmente hasta que, voluntariamente, nos disolvamos.
No debemos hacerlo, porque, como dijo Gandhi, “primero te ignoran, luego se ríen de ti y luego te atacan. Entonces ganas”.
Victor Muiña (profesor de la Universidad Popular, licenciado en Historia, posgrado en cuestiones de género e igualdad y doctorado en Historia Social)
27-Mayo-2011/ manifestación en Gijón en contra de la violencia policial en los desalojos de acampadas en Barcelona y Lleida, a su paso por la calle Corrida. Foto: Trama

No hay comentarios:

Publicar un comentario